jueves, 27 de septiembre de 2012

DON QUIJOTE DE LA MANCHA

DON QUIJOTE DE LA MANCHA
MIGUEL DE CERVANTES SAAVEDRA
CAPÍTULO II
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Que trata de la primera salida que de su tierra hizo el ingenioso don Quijote



Hechas, pues, estas prevenciones(1), no quiso aguardar más tiempo a poner en efecto su pensamiento, apretándole a ello la falta que él pensaba que hacía en el mundo su tardanza(2), según eran los agravios que pensaba deshacer, tuertos que enderezar(3), sinrazones que emendar, y abusos que mejorar, y deudas que satisfacer. Y así, sin dar parte a persona alguna de su intención, y sin que nadie le viese, una mañana, antes del día, que era uno de los calurosos del mes de julio, se armó de todas sus armas, subió sobre Rocinante, puesta su mal compuesta celada, embrazó su adarga, tomó su lanza, y por la puerta falsa de un corral salió al campo con grandísimo contento y alborozo de ver con cuanta facilidad había dado principio a su buen deseo. Mas apenas se vio en el campo, cuando le asaltó un pensamiento terrible, y tal, que por poco le hiciera dejar la comenzada empresa; y fue que le vino a la memoria que no era armado caballero, y que, conforme a la ley de caballería, no podía ni debía tomar armas con ningún caballero; y puesto que lo fuera, había de llevar armas blancas, como novel caballero, sin empresa en el escudo, hasta que por su esfuerzo la ganase(4). Estos pensamientos le hicieron titubear en su propósito; mas, pudiendo mas su locura que otra razón alguna, propuso de hacerse armar caballero del primero que topase, a imitación de otros muchos que así lo hicieron, según él había leído en los libros que tal le tenían. En lo de las armas blancas, pensaba limpiarlas de manera, en teniendo lugar, que lo fuesen más que un armiño; y con esto se quietó y prosiguió su camino, sin llevar otro que aquel que su caballo quería, creyendo que en aquello consistía la fuerza de las aventuras. 


(...)


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(1) prevenciones: preparativos.
(2) Es decir, creía que su tardanza daba lugar a una carencia grave en el mundo.
(3) tuertos que enderezar: injusticias que corregir.
(4) Para poder enfrentarse a otros ( tomar armas), tenía antes que ser armado caballero. Era una ceremonia por la que un caballero otorgaba a otro esa dignidad. Aun en el caso que lo lograra, don Quijote todavía no podía llevar en su escudo una leyenda o divisa (empresa) que pregonase sus hazañas.





(...)

(...) lo que yo he podido averiguar en este caso, y lo que he hallado en los anales de la Mancha, es que él anduvo todo aquel día, y, al anochecer, su rocín y él se hallaron cansados y muertos de hambre; y que, mirando a todas partes por ver se descubría algún castillo o alguna majada de pastores donde recogerse y a donde pudiese remediar su mucha hambre y necesidad, vio, no lejos del camino por donde iba, una venta, que fue como si viera una estrella que, no a los portales, sino a los alcázares de su redención le encaminaba(5). Diose priesa a caminar, y llegó a ella a tiempo que anochecía.
Estaban acaso(6) a la puerta dos mujeres mozas, destas que llaman del partido(7), las cuales iban a Sevilla con unos arrieros(8) que en la venta aquella noche acertaron a hacer jornada, y como a nuestro aventurero todo cuanto pensaba, veía o imaginaba le parecía ser hecho y pasar al modo de lo que había leído, luego(9) que vio la venta se le representó que era un castillo con sus cuatro torres y chapiteles de luciente plata, sin faltarle su puente levadizo y honda cava, con todos aquellos adherentes que semejantes castillos se pintan. Fuese llegado a la venta que a él le parecía castillo, y a poco trecho della detuvo las riendas a Rocinante, esperando que algún enano se pusiese entre las almenas a dar señal con alguna trompeta de que llegaba caballero al castillo. Pero, como vio que se tardaban y que Rocinante se daba priesa por llegar a la caballeriza, se llegó a la puerta de la venta, y vio a las dos destraídas mozas que allí estaban, que él le parecieron dos hermosas doncellas o dos graciosas damas que delante de la puerta del castillo se estaban solazando. En esto sucedió acaso que un porquero que andaba recogiendo de unos rastrojos una manada de puercos -que, sin perdón, así se llaman- tocó un cuerno, a cuya señal ellos se recogen, y al instante se le representó a don Quijote lo que deseaba, que era que algún enano hacía señal de su venida, y así, con extraño contento llegó a la venta y a las damas, las cuales, como vieron venir un hombre de aquella suerte armado, y con lanza y adarga, llenas de miedo se iban a entrar en la venta; pero don Quijote, coligiendo por su huida su miedo, alzándose la visera de papelón y descubriendo su seco y polvoroso rostro, con gentil talante y voz reposada les dijo:
   -No fuyan las vuestras mercedes ni teman desaguisado alguno; ca a la orden de caballería que profeso non toca ni atañe facerle a ninguno, cuanto más a tan altas doncellas como vuestras presencias demuestran(10).
Mirábanle las mozas, y andaban con los ojos buscándole el rostro, que la mala visera le encubría; mas como se oyeron llamar doncellas, cosa tan fuera de su profesión, no pudieron tener la risa, y fue de manera que don Quijote vino a correrse(11) y a decirles:
   -Bien parece la mesura en las fermosas, y es mucha sandez además la risa que de leve causa procede; pero non vos lo digo porque os acuitedes ni mosgtredes mal talante; que el mío non es de ál(12) que de serviros.
El lenguaje, non entendido de las señoras, y el mal talle de nuestro caballero acrecentaba en ella la risa y en él el enojo, y pasara muy adelante si aquel punto no saliera el ventero, hombre que, por ser muy gordo, era muy pacífico, el cual, viendo aquella figura contrahecha, armada de armas tan desiguales 


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(5) Alusión a la estrella que guió a los Reyes Magos; pero esta vez no conduce a un humilde portal, sino a los alcázares de la gloria.
(6) acaso: por casualidad.
(7) mozas del partido: rameras, prostitutas.
(8) arrieros: en el texto original se lee harrieros, derivado de la interjección ¡harte!, con hache aspirada.
(9) luego: en la lengua clásica, "enseguida".
(10) En los primeros tiempos, el habla del protagonista imita la de los libros que lo enloquecieron, llena de expresiones altisonantes y de arcaísmos, como el mantenimiento de la f (fugan: huyan), la conjunción causal ca, porque, o las formas verbales en -edes (acuitedes, de acuitar, afligir, poner en apuro; mostredes, de mostrar) que enseguida aparecerán.
(11) correrse: avergonzarse y, en este caso, también ofenderse.
(12) ál: otra cosa.




como era la brida, lanza, adarga y coselete(13), no estuvo en nada en acompañar a las doncellas en las muestras de su contento. Mas, en efecto, temiendo la máquina(14)  de tantos pertrechos, determinó de hablar comedidamente (...)

(El ventero opta por seguir la corriente al pintoresco visitante.)

Pusiéronle la mesa a la puerta de la venta, por el fresco, y trújule el huésped(15) una porción de mal remojado y peor cocido bacallao y un pan tan negro y mugriento como sus armas;pero era materia de grande risa verle comer, porque tenía puesta la celada y alzada la visera, no podía poner nada en la boca  con sus manos si otro no se lo daba y ponía(16), y,   anís, una de aquellas señoras servía deste menester. Mas al darle de beber, no fue posible, ni lo fuera si el ventero no horadara una caña, y puesto el un cabo  en la boca, por el otro le iba echando el vino; y todo esto lo recibía en paciencia, a trueco de no romper las cintas de la celada. Estando en esto, llegó a caso a la venta un castrador de puercos, y así como llegó, sonó su silbato de cañas cuatro o cinco veces, con lo cual acabó de confirmar don Quijote que estaba en algún famoso castillo, y que le servían con música, y que el abadejo eran truchas, el pan candeal y las rameras damas, y el ventero castellano(17) del castillo, y con esto daba por bien empleada su determinación y salida. Mas lo que más le fatigaba era el no verse armado caballero, por parecerle que no se podría poner legítimamente en aventura alguna  sin recibir la orden de caballería.   

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(13) coselete: coraza ligera de cuero que usaban los soldados de infantería.
(14) máquina: véase nota 10, cap. I  de la primera parte.
(15) En el lenguaje clásico la palabra  huésped designa a menudo al que hospeda a otro, y no al hospedado. Sin embargo, al comienzo del próximo capítulo aparece con el sentido que hoy es habitual.
(16) No podía coger la comida porque mantenía (tenía) alzada la visera con las manos.
(17) castellano: dueño del presunto castillo.